Aikido
es un arte marcial de origen japonés que basa su filosofía de práctica en la
aplicación de la no-violencia como estrategia ante las situaciones conflictivas
tanto en episodios personales de agresión física, como en el marco de las
relaciones interpersonales actuando en la vida en sociedad.
El uso de técnicas que utilizan la fuerza del contrario como
respuesta defensiva, y la práctica interiorizada en el individuo que lo
practica, genera la posibilidad de mostrar una visión diferente y positiva de
la vida y de las relaciones entre las personas.
Las artes marciales son desarrolladas por todos los pueblos en
la historia de la humanidad, y cada una toma una característica básica de
aplicación tanto desde lo físico, como de lo filosófico y cultural. En la
evolución de cada uno, puede observarse que todas toman como punto central de
sus enseñanzas el apego por el terruño, y sus valores fundamentales para
constituirse como sociedad, que son: la lealtad, la disciplina, y el respeto
por los mayores y por las personas que le brindan algo positivo a sus
semejantes.
En la práctica del Aikido, uno de los artes marciales más
modernos y tradicionales japoneses,
se busca utilizar estos principios en beneficio del individuo que lo practica,
y a la vez contribuir en el desarrollo de una sociedad más justa y
tolerante. Por ello es practicado en todo el mundo por individuos de toda
edad, tanto niños como adolescentes y adultos, que buscan en este arte marcial,
la canalización positiva de todos los anhelos y energías para el mejoramiento
continuo empezando por el bienestar físico que producen las técnicas, que
buscan minimizar el impacto del combate y a la vez generan mejoría tanto a
nivel físico como a nivel psicofísico. La persona comprende que el
verdadero enemigo es la adopción de prácticas y hábitos negativos como el
sedentarismo, la adquisición de vicios y la mala utilización de las relaciones
entre las personas, que generan una sociedad más violenta, alimentando a la vez
los mismos problemas en un círculo vicioso que es muy difícil de revertir.
Aikido, como práctica social-deportiva es una excelente
alternativa para quienes desean encontrar una actividad que los equilibre y los
satisfaga como personas. Es una disciplina no competitiva que busca como
objetivo principal, la tolerancia y el respeto mutuo tanto dentro como fuera
del Dojo (gimnasio en Japón). Esto lo logra utilizando técnicas milenarias del
Japón Ancestral que se han adaptado a las sociedades modernas post-industriales,
ya que combinan los ejercicios de autodefensa personal con ejercicios de
musculación y estiramiento, con una pedagogía propia de los más avanzados
métodos de enseñanza, respetando al individuo como tal, y no utilizándolo como
un instrumento, sino brindando todo su potencial al generar autoconfianza y
mejorando la apariencia física y estética.
Aikido es una vigorosa actividad cardiovascular, que fortalece la estructura
ósea y las articulaciones, mejorando la flexibilidad, elongación, plasticidad y
postura corporal. Pudiéndolo comenzar practicar a cualquier edad, sin importar su
condición física, contextura o género. La enseñaza no es agresiva, es
progresiva y flexible, adaptándose al momento y los tiempos del practicante.
Las
clases consisten en observar la demostración de técnicas que lleva a cabo un
profesor y luego se debe trabajar con uno o varios compañeros. Buscando emular
lo observado, así incorporando y comprendiendo. Durante la práctica los roles de de
atacante (”uke”, el que inicia la ofensiva) -quien utilizará una serie de
golpes y agarres preestablecidos con fines didácticos- y defensor (”tori”, el
que aplica una técnica) se alternan. Mientras el tori practica,
el uke también está recibiendo una preciada experiencia, al desenvolverse bien
ante cada lanzamiento o llave, incorporando valiosa información psicomotriz.
Que le servirá para incorporar la técnica de manera pasiva, y como ganancia
secundaria si llegase a ser desequilibrado, vuelva inmediatamente a una postura
centrada y alerta.
Desde
su primera técnica, como afrontar una caída, provocada por otro o no, Aikido
plantea una manera diferente de encarar las situaciones. A saber, una
caída no es un error, todo lo contrario, es la primera y más básica defensa que
posee el practicante, de la cual aprende su gran valor tanto para la
supervivencia física como su contenido metafórico.
Su
alta complejidad en las técnicas fomenta la práctica constante, enriqueciendo
al practicante con la noción de que nunca terminara de incorporar por completo
el conocimiento, empujándolo, así, a la búsqueda de su propia sabiduría
-siempre enmarcada dentro de los principios humanitarios de este arte.
Ganando, con esto, además, un invaluable concepto, Paciencia, que esta unido de
manera férrea, al aprendizaje de cómo lidiar con la frustración.
Debido a esta complejidad, y a la intrínseca necesidad de un compañero para
la práctica, Aikido, promueve una visión diferente, dentro del dojo no hay
confrontación, sino aprendizaje. Entonces, el otro no es un agresor, es
alguien que presta su cuerpo para que el practicante logre captar la esencia
del Aikido, y viceversa, el que recibe la técnica, no solo aprende esto mismo,
sino que además incorpora los limites de su cuerpo y como acomodarse con estos.
Si
bien se expresó que es un arte marcial complejo, este arte marcial a diferencia
de otros, no requiere de ninguna condición física previa para comenzar a
practicar. Para el Aikido no es importante la edad, el género, o el estado
físico. Ya que como se expreso, la práctica no es la búsqueda de la
perfección de la técnica, sino la comprensión los principios que rigen la vida
y los cuerpos. Entonces lo importante es la disposición mental para la práctica
y para practicarlo.
En resumidas cuentas, Aikido no es la mera incorporación de técnicas de
defensa personal, sino que a través de éstas se incorpora de manera continua y
relajada su filosofía, valores y visión de la vida, obteniendo de esto seres
humanos en armonía con el entorno y con el propio yo.